lunes, 14 de diciembre de 2015

NUMERO 1. BORRACHOS. CINE: AKI KAURISMAKI


Cuando el gran cineasta Aki Kaurismaki apareció en Santiago de Compostela para el visionado de su obra maestra “Nubes pasajeras” en el estreno de la sala NUMAX, el estupor inundó la sala... ¿Como era posible que un director que no se había presentado en las ceremonias donde sus películas fueron premiadas (Ariel, en Moscú, Un hombre sin pasado, en Cannes, a la ceremonia de los Óscar) pero sí se presente de súbito en una pequeña sala donde no caben ni 200 espectadores? 
Y es que Kaurismaki, es un director más que peculiar...


Siempre ha sido un bebedor y fumador empedernidos. En alguna de sus pocas entrevistas a los medios aparece algo tocado, con el rostro rubicundo y los ojos claros inyectados en sangre, pero él nunca se ha escondido. En Cannes, en el estreno de “L'Havre” se le veía tras los pases de los films rodeado de jarras y botellas de cervezas, aunque como él llegó a decir:
No hay ninguna razón para vivir, salvo el vino blanco”.


Su carrera cinematográfica comenzó colaborando con su hermano Mika, también director, pero comenzó a dirigir, adaptando “Crimen y Castigo” en 1983, de la cual no guarda buen recuerdo, pues dice que era aun joven y demasiado ambicioso. La película traspone el clásico de Dostoievski a su Helsinki moderno. Es allí donde trascurren sus primeras películas, Calamari Union, y sobre todo en mi opinión sus tres mejores películas, que además constituyen una trilogía descarnada pero fascinante: Sombras en el paraíso, Ariel y La chica de la fábrica de cerillas, rodadas respectivamente en 1985, 1986 y 1988.

Sus protagonistas, gente mundana, trabajadores humildes, intentan infructuosamente escapar de un medio hostil, para encontrar sus sueños en historias que dejan un regusto amargo. “La chica de la fábrica de cerillas” es un alegato poderosísimo contra la alienación que se puede sufrir en esta sociedad. Un trabajo rutinario, una vida mecanizada, y ni siquiera el ocio puede aportar un atisbo de esperanza. Una de sus mejores películas. Un film de obligado visionado. Es curioso que esta película fue premiada tanto por la iglesia católica como por la protestante (algo que también sucedió al gran Pasolini). Veamos lo que dijo al respecto, el director (no me extrañaría que tuviera un cubata en cada mano):
No me sorprendió. Saben que, en el fondo, soy religioso. Creo en el perdón y en San Pedro. Dios murió hace mucho tiempo y Jesucristo era un drogata. El único que queda en el cielo es San Pedro y además tiene las llaves. Es lo único que cuenta...”

Siempre ha gustado Kaurismaki de trabajar con un equipo de actores fijo, y sobre todo en esa época, el elenco se mantiene, y se centra en la figura de Kati Outinen, la quinta esencia de la austeridad, frugalidad y economía de miedios que siempre ha reivindicado el gran director finlandés.
El colorido de sus películas es fascinante. Unos colores intensos, pueblan cada una de las imágenes de su cine, tenga este un tinte más o menos esperanzador o más o menos trágico. Azules, rosas, rojos, verdes de gran intensidad parecen evocar un mundo imaginario, o fantástico, y sin embargo sus historias de grandes perdedores, son habituales y conocidas. Pues ya sabemos quienes son los que pierden siempre, los desamparados y los desfavorecidos, que se quedan en el borde de este circulo que conocemos con esa orwelliana y manida frase de “la sociedad del bienestar”...
Sobra decir, que Aki Kaurismaki siempre ha clamado contra el capitalismo, pero no contra la teoría económica, sino contra esa fuerza concentra el poder en una parte de la sociedad a fuerza de destruir al resto. En su cine aparecen banqueros, opresores directores, jefes malencarados, retratados como si fueran estúpidos, pero que disponen del arma fundamental para destrozar la vida de la gente común, el poder. El poder de dar un trabajo, una vivienda, una vida digna.

Después de la gran trilogía, llegan otras películas como la serie de “Leningrad Cowboys go America”, o “Leningrad Cowboys meet moses” en las que un grupo musical un tanto cómico, pueblan con su música, sus tupés y los estrafalarias vestimentas la escena cinematográfica.


Ya en los noventa, llegan otras películas con el mismo corte sobrio, diálogos austeros y esa compleja sencillez de la que hacen gala sus obras:
Contraté a un asesino a sueldo” en la que un hombre emplea a un asesino para que acabe con su vida. Pero desgraciadamente conoce a una mujer, y cambia de idea. Deberá buscar a su asesino antes de que este complete su trabajo.
Toma tu pañuelo, Tatiana” cuenta como dos amigos, viajan en una camioneta hacia el sur para conocer chicas con las cuales entablar alguna cálida relación.
Ambas son películas con un cierto tinte de comedia y pueden considerarse películas menores dentro de su cinematografía.
Este ciclo se cierra con la maravillosa “Nubes pasajeras”, una obra profunda y dramática, que se centra en el tema del paro. Una pareja, ella camarera en un restaurante y él, conductor de tranvías, se quedan sin trabajo. Se apañarán, para con el resto de compañeros también parados del restaurante recién cerrado, montar otro restaurante (el nombre del nuevo restaurante lo dice todo “Trabajo”), más moderno y más cercano al cliente. Es una obra fuertemente ideológica, pues la unión de todos ellos consigue llevar adelante el proyecto, no sin sufrimiento ni duras penas.
Kaurismaki siempre ha hecho gala de sus ideas comunistas. Según él, comunista a su manera. Pero en esta película va más allá del cine social, y se acerca a un estilismo más próximo a Ozu y Bresson. De hecho, y según mi opinión, incluso el título busca una referencia a las películas de Mikio Naruse, que tiene una obra con el mismo título.

Tras “Nubes pasajeras”, Kaurismaki hizo un intento por dejar el cine. Según él, si volvió, era porque no quería dejar en el paro a su grupo de actores, y equipo de realización.
En 1999, realizó una extraña película muda: “Juha”, adaptación de una novela y también ópera que ya se había llevado al cine anteriormente en más de una ocasión. Un marido rescata a su mujer, aun a costa de su propia vida, que había sido seducida e introducida en un prostíbulo. Llena de referencias a películas inciáticas del cine, como “La tierra”, “Avaricia”, “Amanecer”.
En 2002, llega tal vez su mayor éxito de taquilla: Un hombre sin pasado. Premiada en Cannes, nominada a los Óscars, cuenta como un hombre, recién llegado a Helsinki, es robado y apaleado, por lo cual, pierde la memoria y no recuerda nada de su identidad.
Se aloja en un container abandonado y entabla amistad con un grupo variopinto de personas que ayudándose entre sí, consiguen sacar adelante su existencia, siempre en los bordes de la sociedad y sin conseguir introducirse en el círculo que delimita en torno a sí, la sociedad capitalista. La película está aderezada con pinceladas de humor y absurdo, típicas de Kaurismaki.
Posteriormente dirigió Luces al atardecer, en la cual un grupo mafioso, intenta aprovecharse de un guarda de seguridad nocturno, al que se acusa de un robo. Termina perdiendo su trabajo y sus esperanzas.

De nuevo el éxito de público llegó con El Havre, una película muy del estilo de Robert Guediguián. Una ciudad portuaria como escenario, un viejo limpiabotas completamente al margen de la sociedad como protagonista, y la búsqueda de salvación de un joven africano que intenta cruzar el canal de la Mancha para alcanzar su sueño. El policía además es Jean Pierre Darrousin, uno de los clásicos del citado director francés. Por primera vez en su carrera, Kaurismaki ofrece cierto grado de optimismo en la realización de este filme. Al final, una extraña amistad entre el comisario de policía y el limpiabotas, parecen remitir al final de la película Casablanca, con la amista de Rick y el comisario de policía Renault.
De nuevo, el genial finlandés aborda el entorno de la sociedad de consumo, esta vez desde el punto de vista de la inmigración ilegal (adelantándose unos años a este tema punzante, sobre todo en este 2015) y abriendo el plano a otra temática sin abandonar el estilo que muy bien ha resumido el propio director en tres palabras:
Concisión, sobriedad, laconismo”.





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